10.4.14

2,250 m

Decimotercer país de acogida. Con ese número se sabía que todo saldría bien.

México, there we went.

"Ni se te ocurra ir, ¿qué se te ha perdido allí?" Para empezar, un trocito de este mundo que no se puede juzgar hasta que se visita. Al principio es un "vamos a México, es lo mejor para el Spring Break, ¿no?" Luego empiezas a mirar qué (efectivamente) se te ha perdido allí. Y descubres cada vez con más asombro que hay mucho que hacer. Mucho.

Pero esas expectativas no es que se cumplan, no, es que se multiplican por 10. Bella Ciudad de México, bello DF (me vuelvo tan americana ya que no sé cómo llamar a esta magnífica ciudad).

Pero igual que defiendo a la capital, sé que no se me ha perdido nada en Tijuana, justo a 40 kilómetros de aquí. Una y ¿no más? Cruzar la frontera a pie, coger un taxi, llegar al aeropuerto, comprar el permiso para permanecer en territorio mexicano, esperar durante más de 5 horas para tomar el vuelo a la 1.40 de la madrugada.

Y DF nos recibía con todo su esplendor, en un magnífio espectáculo de luces (y polución, todo hay que decirlo). Dispuesta a demostrarnos lo equivocados que podemos estar en la otra punta del mundo.

Metro a las 7 de la mañana, hora punta, peor decisión en mucho tiempo. Metro de Madrid, te echo de menos. Pero allí estábamos, con la maleta cargada de ilusión y con una sonrisa que ni las 24 horas sin dormir podían borrarnos.

Siguiente parada, Museo de Antropología. Muy diferente a lo que estamos acostumbrados en Europa, con las exposiciones sobre las civilizaciones pre-hispánicas que mantenían mis ojos abiertos (y ya es decir). Los 5$ de las instalaciones públicas son más que aprovechados. Y ya que estábamos en la parte más oeste de la ciudad, visita al Bosque de Chapultepec, que no puede ser más parecido a mi añorado Parque del Retiro en mi primera ciudad de acogida. Madrid, te echo de menos (solo a veces, solo un poquito, ya queda menos).

Y el museo no fue más que la antesala de uno de mis días favoritos. La visita a la Zona Arqueológica de Teotihuacán, a unos 30 km del centro de la ciudad. Pensar en la construcción de las imponentes Pirámides del Sol y de la Luna pone la piel de gallina. Aunque se te quita esa sensación cuando empiezas a sudar gracias a esos 30ºC a pleno sol. México, tenías que ser tú. Y más cuando decides subir esos 251 escalones (que más altos y desiguales tampoco podrían ser) que te llevarán a la cima del mundo. A esos 63.5 metros que te sitúan en un total de 2,333.5 metros de desnivel sobre nuestro querido mar, aquí en La Jolla. Cause we're on top of the world.


Día siguiente, visita al centro histórico de la ciudad. Muy europeo, pero muy latino a su vez. Precioso, cada vez que decide llamarte a adentrarte en esas callejuelas, a probar ese típico restaurante mexicano que te quita el burrito americano de la cabeza (durante solo unos días, eso sí, ¡ja!). Pero la zona más auténtica, llena de color, música, gente, fue el barrio de Coyoacán, al sur, cosa que hicimos al día siguiente tras un paseo en uno de los coloridos barquitos en Xochimilco.

Margaritas, sol, cultura, belleza. México en estado puro. Y no me puedo alegrar más de haber elegido este maravilloso país como destino de "descanso". Ya se me ha saciado la curiosidad, y estoy más que satisfecha con el resultado.

Pero por otro lado, no puedo terminar esto sin pensar en el resto de cosas que, cuando estás de vacaciones, pueden pasar desapercibidas. La injusticia se ceba con algunos países en especial, y detrás de un gran país se esconden (a lo mejor no están ni tan escondidas) las malditas desigualdades. Frontera USA - México, San Diego - Tijuana. Sales del trolley, caminas, caminas, caminas, caminas (ay, mira qué gracioso, un cartel en el que pone "México"), caminas, caminas, caminas, caminas. Estás en otro país. Ese segundo que se tarda en cruzar a pie una frontera desde el lado americano se transforma en un par de horas para volver. Para deshacer ese camino andado. Ese "sin-control", sin una persona vigilando se transforma en unos (bastantes) oficiales con cara de mala leche poniendo impedimentos para dejarte entrar (o volver).

Metro en Ciudad de México. Nombre de la estación, muy en pequeñito, debajo de unos dibujos. Para esa gente que tiene que usar el transporte público y que ni siquiera puede leer el nombre de la estación en la que se tienen que bajar. Pequeños detalles que te hacen despertar de ese sueño para caer en la triste, cruda realidad.


Esa realidad en la que he vuelto a caer una vez más tras disfrutar de unos geniales 5 días en el país vecino. Terminando la semana 2, lo que se traduce en que ya llevo 9 días de nuevo trimestre. 9 días que han dado como resultado 538 páginas leídas. Para el primer día que no tengo que leer nada para el día siguiente (ay, si fuera para siempre), PUM! Blog. Después de tanto tiempo. Pero necesito escribir lo que siento y no solo leer lo que otros piensan.


Inglés estoy aprendiendo, eso sí.